sábado, 4 de junio de 2011

ARTE EN EL DESIERTO


Alumnos huarpes de Mendoza son los primeros beneficiados con la nueva red impulsada por Juan Carr

Loreley Gaffoglio
Enviada especial

PARAJE LA MAJADA, Mendoza.- Con voz casi inaudible y una timidez que estremece, Javier, un chico de 13 años, descendiente de los indios huarpes, le ofrenda sus dibujos al pintor Milo Lockett. Entre susurros le confiesa que le gustaría ser artista y, mientras estampa su firma en sus pinturas, suspira de manera profunda, en una rara mezcla de alivio y de celebración por su "osadía".
La audacia de Javier excede el haber vencido su natural retraimiento: es un día inaugural, imborrable, tanto para él como para el resto de sus compañeros de la escuela 1-7-36, todos pertenecientes a la comunidad huarpe. Es la primera vez que están junto a un creador consagrado, que pueden admirar una obra de arte y participar de una exposición a cielo abierto. Si hasta han podido elegir una obra de Lockett para engalanar su escuela, construida en 2008 para atender las necesidades educativas de la comunidad Huarpe. Mundo Invisible, la nueva red de comunicación creada por Juan Carr, fundador de Red Solidaria, hizo posible este milagro de colores en medio del desierto. El objetivo es acercar el arte en todas sus formas a los más postergados. Desde acompañar en la intemperie a los sin techo en la Capital con un concierto sinfónico, hasta regalarles una noche de teatro a los abuelos olvidados en un asilo de ancianos.
Enclavada en medio de una región inhóspita, bautizada El Secano, por lo árido de esa geografía situada 140 km al nordeste de la capital mendocina, la precaria escuela 1-7-36 fue la elegida para estrenar este ambicioso proyecto solidario a nivel nacional. Juan Carr, junto a otros socios y el apoyo de la Fundación YPF, quiere hacer visibles las carencias del país para generar compromisos, acercar soluciones y brindarles, además, el tipo de alimento espiritual que todo ser humano necesita.
"Los más postergados nunca se ven. Y de todos los rezagados, los pueblos originarios, como son las cerca de 600 familias de huarpes instaladas en el desierto del departamento de Lavalle, son los más excluidos. Ellos forman parte de ese piso de pobreza extrema que nunca logra la inclusión y que necesita comida, abrigo, medicamentos y útiles, pero también arte", dice a La Nación.
A su lado, el chaqueño Lockett descolló como el embajador artístico perfecto para movilizar el espíritu: dispuso un lienzo de 30 m de largo, en forma de cruz sobre el suelo. Acomodó a los chicos en hilera, a uno y otro lado de la tela; les dio pinceles, pintura acrílica y crayones, y los animó con el arte mural y colectivo al estampar él el primer trazo.
Lo hizo con la misma impronta que lo consagró, ese inconfundible trazo entre candoroso y expresivo, casi infantil, que plasmó a través de una casita, y que allanó a los chicos el camino para disparar su propia inventiva. Lockett debió arengar, y mucho, a los alumnos para que vencieran su timidez y se expresaran libremente.
"Esto es una forma de alfabetizar los sentimientos", describió Iris Azcurra, directora de la escuela.
"Este establecimiento nació como una alternativa de las escuelas albergue, donde los chicos debían alejarse muchos días de sus familias para poder estudiar -contó-. Hasta hace dos meses, venían en caballo, en mula, caminando o en bicicleta. Recorrían hasta 20 km como podían. Ahora, por suerte, la Dirección General de Escuelas dispuso de un sistema de combis que los traslada diariamente; con eso, está asegurada su continuidad en clase."
Las condiciones de vida de los huarpes, la mayoría puesteros, son por demás duras y pueden llegar a paralizar cuando se escucha el relato de ciertas vivencias, tal como contaron a La Nacion las maestras Alejandra Araujo y Karina Herrera.
"Dar clases acá es una prueba diaria de vocación docente", reconoce Araujo. Y cuenta que, a pesar de las carencias, de la falta de luz, hasta hace poco de agua, y de otras necesidades, no hubo un día en que se dejara de dar clases.
Luego, mientras los chicos se mantenían absortos con la pintura, contó: "Como en muchas otras comunidades descendientes de aborígenes, la de ellos es una estructura muy machista. El hombre se va continuamente y es la mujer la que trabaja de sol a sol, criando y administrando el ganado y atendiendo a los hijos", comentó Araujo. "Son familias muy numerosas, cuyos miembros duermen hacinados en casas de adobe y caña. Quizá por eso, la promiscuidad, el incesto o las relaciones sexuales entre miembros de una misma familia son algo hasta natural. Es común que las chicas aparezcan embarazadas a partir de los 12 años, pero nadie pregunta quién es el padre de la criatura."
"Sin agua ni luz ni gas, los hogares se calientan en invierno con las brasas que ellos acercan de los fogones, siempre fuera de las casas. Conejos, gallinas, chivos, ovejas y cabras son sus bienes más preciados, y los que no tienen patrimonio viven de la recolección del guano, que se paga hasta $ 1000 pesos la camionada."
Los chicos apuran la última pincelada para almorzar. Y, como en una sucesión de sorpresas que mantiene alto el entusiasmo, luego del almuerzo asisten a otros de los momentos más convocantes de la jornada. Bajo un cielo limpio de nubes y con un sol que lastima aunque hace frío, rodean los cinco cuadros, dispuestos sobre atriles en el desierto, y los observan embelesados.
Cada uno elige su obra. Pero antes, Lockett dice: "Que mi obra sirva para recordarles que tienen un amigo en el Chaco. Yo me voy, sabiendo que tengo a otro montón de amigos aquí".




NOTA Y MÁS FOTOS EXCELENTES:

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