viernes, 3 de junio de 2011

Milo Lockett, Juan Carr y una canción de amor para el desierto de Lavalle

Dos notables de la Argentina estuvieron en La Majada, compartiendo con la comunidad lagunera un día de oro. Montado el circo entre las dunas, todo fue arte, emoción y algarabía. Ahora, es momento de dar una mano y aquí te contamos de qué manera.
Por Ulises Naranjo






Era una mañana enorme en La Majada, de la estatura del mundo. Un puestero acarreaba leña con su caballo entre las dunas, mientras, en las aulas, los niños de la escuela 1-736 se entregaban a las faenas de las sumas de manzanas, la escandalosa evidencia de los colores y la lectura de fábulas moralizanes. Sin embargo, el clima era especial, como ese olor a empanadas haciendo remolinos de gitana alrededor nuestro.

Los chicos lucían todos guapísimos y las maestras también. En la cocina, varias mujeres trabajaban afanosamente con patas de pollo, empanadas y carne a la olla; en la sartén ardían pavorosas las sopaipillas y, sobre una mesada, un chivo horrorizado seguía poniendo cara de circunstancia y cuerpo a su destino de sacrificio gastronómico.




A media mañana, fueron llegando de a puñaditos niños invitados de otras escuelas: la “Angel Rizzo”, de El Cavadito, la Correo Argentino, de Costa de Araujo, y la de El Puerto, en el límite con San Juan. Los niños –salvo excepciones– no se conocían, no obstante, a los diez minutos armaron un estupendo fulbito, que sólo pudo ser interrumpido por una caravana, una serpiente de metal rebotando en sus oídos.

Decíamos que era un día especial: el famoso pintor Milo Lockett y el famoso trabajador social Juan Carr, celebridades argentinas en lo suyo, visitarían la escuela y una pequeña fiesta del desierto sería celebrada, como no iba a ser especial el día.



Invasión y maridaje




Casi al mediodía, la enorme mañana de La Majada, se fue haciendo pequeña y dejó ver a ras del monte un tajo impropio, una caravana –decíamos– de vehículos último modelo, que fue abriendo herida hasta el pecho mismo de la escuela y sus palomas. De pronto, en apenas cinco minutos, se montó allí un circo que dejó a los lugareños atónitos.



Camionetas 4x4, remises, taxis, autos particulares y hasta un camión del Dákar, en poco rato, coparon la parada del silencio. Prestos fueron bajando, de uno y otro sitio, secretarios, rubias con botas encima de los pantalones, funcionarios calculadora en mano, periodistas preguntones, señoras de la caridad y eléctricos con cables, micrófonos, filmadoras, cámaras, celulares y lentes ahumados y hasta estaban ahí, resaltando con sus remeras las “chicas” del club de fans de Chayanne "No hay imposibles para un amor inmortal"sacándose fotos con los niños.

Lejos de la ofensa a la habitualidad del desierto, claro es que vinieron a traer aquello que son y a llevarse del secano aquello que nunca fueron. Fue –digámoslo de este modo– algo espectacular. Y así fue vivido, con expectación y cierto regusto a invasión y, con el paso de las horas, cierto regusto a maridaje, al fin, cumplido a pesar de todo.



Lo visible y lo invisible




Milo y Juan (foto) andan por aquí y por allá: son tipos discretos y muy dispuestos, son como anticelebridades moviéndose entre los niños con sonrisas francas. Iris Azcurra, la infatigable directora de la escuela y sus maestras están nerviosas. Van y vienen y saludan –como todos en el camo– con verrgüenzas y dos besos, “porque somos generosos”.

El pintor del momento habla con los chicos, llega a ellos, y les dice: “Yo soy del Chaco y vengo a hacerme amigo de ustedes, para que sepan que pueden contar conmigo. Vamos a jugar un rato, vamos a hacer un gran cuadro entre todos”. Después, ya saben, habla Juan Carr también: “Yo, chicos, soy un voluntario de una red solidaria y andamos dando una mano por distintos lugares del país. Y vamos a ver si podemos hacer algo en conjunto con ustedes”.




Periodistas de varios medios nacionales, venidos especialmente para la ocasión, toman nota, preguntan cosas sobre el desierto y se empeñan en hacerlo más desértico y a la carencia, muy carenciada. El periodismo, ya saben ustedes, no es más que un género literario y de él vivimos nosotros, los vampiros de las palabras y las espaldas de las palabras.




Aprovechamos el desliz para decir que, como una rama de la Red Solidaria de Carr, se ha creado una red de comunicación llamada “Mundo Invisible”, cuyo desafío “es darle visibilidad a los invisibles para alimentar tu compromiso”, propone Carr. Pues, de aquí la visita de la serpiente de metal a la tierra de los huarpes.

Ha dicho Juan: "Los invisibles están, pero no los vemos: son los pobres, los enfermos, los que duermen en la calle, los que necesitan nuestro compromiso. También son invisibles las miles de personas que trabajan junto a ellos, y nuestro desafío de visibilidad también los incluye. Para esto creamos campañas de comunicación y transformación social junto a otras empresas, organizaciones sociales y gobiernos. Creemos que el fruto de esa visibilidad puede ser el compromiso. Grande o pequeño, espontáneo y breve o meditado y de largo aliento”
El circo del paraje perdido



Después, vino lo mejor: Milo y los chicos de las cuatro escuelas se pusieron a pintar: uno como si siempre hubiese sido niño y otros, como si siempre hubiesen sido pintores. Y lentamente el circo se fue adecentando, para belleza de todos, a la armonía del paisaje y hasta las chicas del club de fans de Chayanne"No hay imposibles para un amor inmortal" se entregaron a la contemplación.





Ahora que Juan Carr y Milo Lockett concretaron su sueño en La Majada, viene un desafío mayor: ver la posibilidad de plegarse a una relevante campaña que se viene desarrollando desde hace tiempo en Mendoza.
Se trata de conseguir cientos de miles de metros de manguera para que los puesteros de todo el desierto –unas 600 familias puedan conectarse al acueducto madre, que atraviesa el desierto. El agua está ahí, a metros, pero ahora hay que llevarla a los puestos.

Al respecto, para quienes deseen colaborar, las donaciones –por nimias que sean seran bienvenidas– pueden hacerlo aquí: Asociación Civil Valos, Banco Francés, cuenta corriente en pesos número 237 - 7981/7. La CBU correspondiente a esta cuenta es: 0170237020000000798174.

Nos vamos. Dejamos a propios y extraños en sus faenas. Las telas pintadas dejan ver sueños de unos y de otros. Mañana, ahora mismo, La Majada volverá a ser la de siempre. Sin embargo, algo quedó luego de que el circo hicera pie en este paraje perdido: la seguridad de que se hizo algo bueno y por gente que especialmente lo necesitaba: los visitantes, aquellos que llegaron en aviones y camionetas... Bueno, los locales también. 

Que así haya sido.




                                            

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